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   Las principales autoridades europeas y de todo Iparralde celebran cada 11 de noviembre numerosos actos para conmemorar el final y el armisticio de la Primera Guerra Mundial. Al término de la guerra 1914-1918, habían muerto en toda Europa cerca de diez millones de personas, seis mil al día, y veinte millones más resultaron heridas. En una de las batallas más sangrientas, Francia perdió a 30 000 hombres para avanzar y ganar doscientos metros.


   Euskadi norte perdió a un 3% de su población, movilizada para alimentar las trincheras como carne de cañon. Seis mil ciudadanos vascos perdieron la vida, la mitad tenía menos de 28 años.


   La canción “Azken agurraren negarra” de Gorka Knörr resume perfectamente el sentimiento que evoca el recuerdo de los miles de hombres que murieron en el frente de batalla. Algunos de esos soldados eran vascos y, como dice esta canción, la única lengua que conocían era el euskera. El shock que tuvo que suponer para ellos alejarse de su tierra y tener que relacionarse en un idioma, el francés, que no les resultaba familiar. Muchos murieron o resultaron heridos por no entender las ordenes.

 

 

Movilización
 
   En agosto de 1914, 25 000 labortanos, bajo-navarros y soletinos, todos los hombres de entre 18 y 49 años, fueron movilizados por el gobierno francés. En 1870 Francia había perdido la guerra contra Prusia y recuperar los territorios de Alsacia y Lorraine se convirtió en una cuestión de honor. El precio fue muy elevado ya que Zuberoa, que tenía entonces 22 000 habitantes, perdió a un millar de hombres.
 

Víctimas
 
   El primer vasco que falleció en combate fue Joseph Andrieu, un vecino de Bidaxune de 21 años. En el libro “Lehen Mundu Gerra eta Euskal Herria” (Elkar), el periodista y profesor Eneko Bidegain recuerda que la mayoría de los vascos fueron incluidos en el 49º Regimiento de Infanteria de Baiona y en el 18º de Pau. El 20 de agosto de 1914,  otros 47 vascos murieron en Gozée, cerca de Charleroi y dos días más tarde otros 69 vecinos de Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa perdieron también la vida. Era el principio de un goteo que duraría 4 años. En pocos días, 266 vascos perdieron la vida y el eco de esta tragedia no tardó mucho en llegar a Iparralde donde la población comprendió entonces la catástrofe que se cernía sobre ellos, una guerra  que iba a durar más de lo previsto.
 
   Baiona perdió a 580 de sus vecinos (un 2% de su población) y en Basusarri el numero de victimas ascendió a 36, casi el 10% de sus habitantes. Los dramas familiares se sucedían: Ocho hermanos naturales de esta localidad participaron en la guerra en la que cinco de ellos murieron.
 
Recuerdos
 
   Ellande Garikoitz nació en la localidad bajo navarra de Hozta en 1891. En una entrevista concedida hace tres décadas al periodista de la emisora Gure Irratia Xipri Arbelbide y publicada por la editorial Maiatz bajo el titulo de “Hamalaueko gerla, hamalau lekuko”, Garikoitz explica que fue movilizado el mismo día en el que terminó el servicio militar. Desconocía que Francia estaba en guerra y de camino a casa fue movilizado, en medio de la estación de Burdeos. Tuvó que volver al cuartel de Rochefort y en pocos días fue enviado a Arras dónde se encontró cara a cara con un ejército alemán fuertemente armado. El primer día un obus mató a cuatro de sus compañeros. Días después una bala alemana le alcanzó en una pierna y aún así no pudo volver a casa. Las autoridades le mandaron a descansar y acto seguido, de vuelta al frente. Volver a casa, para soldados que vivían tan cerca de la frontera con Nafarroa, era alimentar la tentación de desertar, y eso era algo impensable.
Insumisos y desertores.
 
   Poco antes de la movilización general, el delegado del gobierno francés en tierras vascas advirtió de la preparación de un éxodo masivo de jóvenes hacia el sur de los Pirineos. La emigración era habitual a principios del siglo XX. Miles de vascos fueron a América y muy pocos volvieron para participar en la guerra. En 1918, el departamento vasco-bearnes de Bajos-Pirineos contabilizó 16 889 insumisos y 1 086 desertores. Muchos hombres se afincaron en el norte de Navarra y Gipuzkoa. Entre los insumisos más famosos destaca el pelotari urruñarra Jean Baptiste Dongaitz que renunció a ir a la guerra y prefería participar en festivales de partidos de pelota durante la fiestas patronales de Lesaka en 1915.
 
   El bertsolari saratarra Michel Dargaitz llegó a entrar en combate, pero aprovechó unos días de reposo en casa de su hermana en Baiona para cruzar la muga y afincarse en Amaiur. Durante décadas no pudo volver a su localidad natal de Sara...
 
   Las comarcas de Garazi y Baigorri registraron  2 612 insumisos y 94 desertores. 1 908 hombres optaron o se vieron obligados a ir al frente. En 1916, decidieron no participar en la guerra siete de cada diez varones.

Debate
 
   En Iparralde también, los cargos electos, las autoridades eclesiasticas y el principal semanal Eskualduna apoyaron la participación en la guerra y animaron a los jóvenes a acudir al frente. Sin embargo, muchas voces criticaron esta posición, entre ellas la del mejor bertsolari de la época, Matxin Irabola. En 1914, el senpertarra tenía ya 35 años y era padre de dos niños. No obstante, tuvó que combatir durante cuatro años y volvió herido  tras exponerse a gases venenosos como el yperite.
 
   En sus bertsos, que demuestran que no todos estaban a favor de la guerra, Irabola criticó que “los más humildes tienen que pagar por los caprichos de los más vagos alejados del frente”. Denunció que algunos se enriquecían mientras otros perdían la vida.
 
   Matxin nunca perdonó que 400 senpertarras fueran movilizados de un día para otro. 85 murieron y muchos de los que volvieron sufrieron lesiones y minusvalías de por vida. Los combatientes de Senpere nunca olvidaron las malas condiciones en las que tuvieron que sobrevivir en las trincheras. Los más ancianos todavía recuerdan las historias de sus padres. Historias ambientadas en el barro, el frío, la suciedad, los ratones, los piojos, en las que la falta de comida y de sueño eran una constante. Antiguos combatientes relataron que en algunas ocasiones se vieron obligados a beber su propia orina o la de los caballos para hacer frente a la sed ya que no podían salir de las trincheras.
 
Vascos del sur
 
   Durante la Primera Guerra Mundial, España optó por no participar en el conflicto. Con todo, algunos navarros, guipuzcoanos, alaveses y vízcainos se incorporaron en las filas de la Legión Extranjera.
 
   Eneko Bidegain relata en su libro que 77 víctimas mortales eran naturales de Hegoalde: 14 de Donostia, 12 de Bilbao y 8 de Irun. Además, desde el sur de la bahía de Txingudi, iruneses y hondarribitarras solían oír las campanas de Hendaia que anunciaban entierros, un día si y otro también. Unos cien hendaiarras murieron durante el conflicto.

Victoria
 
    En Iparralde, la Primera Guerra Mundial fue utilizada para alejarse de los territorios vascos del sur y reforzar el sentimiento de pertenencia a Francia, actualmente mayoritario. Hoy también muchos se preguntan cómo se puede hablar de victoria tras perder un millón y medio de habitantes en tan solo cuatro años. La asimilación a la nación francesa se impusó y se acentuó pocos años después durante la Segunda Guerra Mundial. En estas dos ocasiones, faltaron agricultores, obreros, profesores, parrocos, poetas y musicos porque todos los varones sanos tuvieron que ir a luchar; crecieron los cementerios y el papel de las mujeres fue determinante para sacar el país adelante. Una mujer contó a Xipri Arbelbide que con tan solo 18 años tenía que subir al desván sacos de semillas que pesaban 80 kilos. Las mujeres tuvieron que esperar cuatro décadas más para poder votar.
 
   Los pacifistas sufrieron la censura y fueron perseguidos. Un pacifista alemán fue encarcelado durante cuatro años por haber criticado la guerra en público. Un inglés fue internado en un hospital siquiátrico por el mismo motivo. Y decenas de ingleses y franceses fueron incluso fusilados por rechazar ir la frente. Para que no pensaran actuar de la misma forma, los demás soldados fueron obligados a desfilar delante de sus cadáveres. Conscientes de que existían muchas probabilidades de que perdieran la vida en el frente, algunos de ellos reclamaron ser fusilados. Su determinación a favor de la paz constituye la primera piedra de la Europa actual…
 

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